domingo, 30 de septiembre de 2007

Habitación sin vistas

Desde la ventana de mi cuarto,
no puedo ver el mar
ni tan siquiera puedo escuchar
el murmullo de las olas
pero veo millones de lucecitas
que como luciérnagas laboriosas
iluminan el cielo de la noche
de esta gran ciudad
extremadamente bulliciosa.
Existe una avenida
que como una aorta la recorre
de punta a punta,
la atraviesa de parte a parte,
y por los lados
infinidades de callecitas
que como brazos
salientes acaban en la mar.
En Cádiz,
todo está cerca,
nada está lejos.
La primera vez que la ví
me quedé maravillado
no por la obra de los hombres
sino por la labor y
la gracia de su mar.
Ese mar que tanto me fascina
y al que tanto quiero,
que tanto me ha dado
y que tanto me ha inspirado.

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